Autor: Clara Hernández
Lavarse los dientes mientras pensamos en la larga lista de tareas que tenemos por delante ese día. Guardarse el móvil en el bolsillo de la chaqueta sin darnos ni cuenta. Parar a comer algo a mediodía con la atención puesta en la televisión o en alguna red social, en lugar de en los sabores… En ese modo de vida automático y, en cierto modo robotizado, 2020 llegó como una bofetada en la cara para cambiarnos por completo las rutinas y el modo de vida que teníamos antes. Ante la situación sanitaria y socioeconómica tan alarmante que vivimos ahora mismo, cuidar nuestra salud mental es hacernos un tremendo favor.
Meditar no va a cambiar la situación actual, eso está claro. Pero sí puede ayudar a cambiar la forma de afrontarla. Esto quizá te haga plantearte la siguiente pregunta: ¿es justo meditar dada la terrible situación que vivimos? Preguntarse esto es normal. Al fin y al cabo, meditar es, literalmente, “no hacer nada” para centrarte por unos minutos en tu respiración y tu estado actual. “¿Debería sentarme a “no hacer nada” y centrarme en cómo me siento y cómo respiro en estos momentos? ¿De verdad? Los hospitales están colapsados, convivo con personas de riesgo y temo por ellas, no puedo abrir mi negocio por las restricciones…”
Estos pueden ser los pensamientos de cualquier persona si en un momento dado alguien les propone practicar algo de mindfulness. Aunque sea totalmente lógico y justificable pensar así, en momentos de crisis hay que cuidar la salud mental lo máximo posible. Las situaciones externas y los problemas que puedan surgir son irremediables, y si han de suceder, ten por seguro que sucederán. Pero solo tú vas a convivir diariamente hasta el final de tus días contigo mismo/a y con tu mente. Y puedes elegir y poner remedio a la forma en la que esta convive contigo.
En los momentos más complicados, cuidarse mentalmente no es un capricho. Es más bien una necesidad. Si te paras a pensarlo, tampoco “haces nada” por la situación actual cuando ves las noticias a mediodía de forma pasiva o cuando te machacas pensando cuándo pasará todo esto. Esos pensamientos no van a ningún lado y, sin embargo, les dedicas tiempo y espacio de forma inconsciente. Por esa misma regla de tres, ¿por qué no invertir parte de ese tiempo y espacio, en sentirse y observarse de forma consciente? Está claro que la cura de la pandemia no va a llegar por sentarse cinco minutos a meditar. Pero tampoco va a llegar por no hacerlo. No obstante, en el primer caso se pueden obtener beneficios en la salud mental, y en el segundo caso, no. E incluso esta podría empeorar.
Sentir rabia, frustración, enfado, miedo, incertidumbre… es totalmente natural y normal en este año de Covid. Lo raro sería no pasar por este tipo de estados, ¿no? Lo que pasa es que esos estados pueden acabar llevándonos, como una fuerte corriente de un río, hacia enfermedades mentales como la ansiedad, la depresión o el estrés crónico. Y esto sí que puede perjudicar la forma en la que se afrontan las situaciones y añadir un problema más a la lista de “lo que faltaba este año”.
Aunque la situación no sea como para echar cohetes, hay que intentar, por supervivencia más que nada, mantenerse en equilibrio. Puede resultar un poco irritante leer algo así, pero la situación en sí es tan abrumadora, que alimentarla en nuestra cabeza con pensamientos negativos solo empeora y aumenta nuestros niveles de estrés o ansiedad. Háblate con afirmaciones positivas y reales. Permítete ver las cosas buenas y reales que hay en ti y en tu vida para contrarrestar la tendencia natural a que solo prevalezca lo más negativo. Reconoce tus virtudes y recuérdate cómo has salido adelante en otras ocasiones.
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No esperes a que lleguen tiempos mejores para acordarte de ti. No pasa nada por meditar en estos momentos de incertidumbre y cierta ansiedad social. De hecho, el momento no podría ser más adecuado. Date tiempo y permiso para sentir cualquier tipo de duelo y emoción, y permítete desconectar de vez en cuando para reconectar contigo. Tarde o temprano todo esto pasará. Mientras tanto, cuídate.
Autor: Clara Hernández