Autor: Clara Hernández
El miedo y la incertidumbre son emociones que si no se controlan pueden ser muy desagradables, y más cuando se colectivizan. El contagio del miedo puede traer consigo situaciones emocionales más graves, como ataques de pánico o estados de ansiedad.
La profesora de Periodismo de la universidad de Cardiff, Karin Wahl-Jorgensen, lleva décadas investigando el papel que tienen las emociones en el periodismo, sobre todo en la cobertura de desastres naturales y de crisis. Tal y como asegura: “La cobertura mediática juega un importante papel en la regulación de nuestras emociones, incluido el miedo”.
En torno a esta misma afirmación, Wahl-Jorgensen ha examinado en los cien periódicos principales del mundo artículos relacionados con el Coronavirus. De los 9.387 artículos que encontró la investigadora, en 1.066 se mencionaba “miedo” o palabras relacionadas. El estudio es destacable, ya que además lo desarrolló en febrero de 2020, cuando el virus estaba comenzando a expandirse. Además, la cobertura mediática ha puesto el acento en el miedo colectivo más que en explicar qué estaba ocurriendo. En palabras de la periodista: “Gran parte de la cobertura del brote es más un reflejo del miedo público que informativa de lo que realmente está sucediendo en términos de la propagación del virus”.
Ya hablamos en el artículo anterior sobre el concepto de infodemia y la sobrecarga informativa. Esta situación ha pillado por sorpresa al mundo entero, incluidos a los medios de comunicación. Carmen Costa-Sánchez y Xosé López-García, investigadores de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Coruña y de Santiago de Compostela, respectivamente, han hecho un estudio sobre la comunicación ejercida en torno al Coronavirus durante el primer semestre de 2020. Uno de los aspectos más destacables se relaciona con la presentación del virus a comienzos de la etapa de crisis desde un paradigma totalmente relajado, invitando a la calma y a la tranquilidad social. Un apaciguamiento que trajo consigo todo lo contrario: una situación de caos al comenzar a estallar los contagios. En palabras de ambos investigadores: “La ausencia de un anuncio temprano (o adelantamiento del escenario negativo) y los mensajes de control en un contexto de incertidumbre provocaron una transición brusca a la siguiente etapa de crisis, coincidente con una explosión en el número de contagios, lo que generó miedo”.
El estudio anima a informantes y gestores de la pandemia a aprender de los errores y asimilar una serie de lecciones de cara a las futuras crisis o próximas olas de la pandemia.
En la situación actual el miedo debe tratarse como algo normal: Hay una emergencia sanitaria a nivel mundial, un exceso de información continua, y una eterna incertidumbre sobre el tema. ¿Cuándo acabará?, ¿Cuándo volverá la normalidad? Sumado además a un miedo financiero y no solo de salud. No obstante, esta emoción no debe descontrolarse o presentarse de forma inconsciente, controlando cada aspecto de la vida y obstaculizando a nivel personal.
La revista The Lancet Psyquiatry apunta que las posibles reacciones en situaciones graves de miedo o estrés (una es una emoción y la otra una respuesta emocional) son los trastornos psicosomáticos e hipocondríacos.
Un trastorno psicosomático es “aquella manifestación física que puede presentar una persona por un problema psicológico”, tal y como se describe en la revista Redacción Médica. Y añade: “Los síntomas se presentan por problemas psicológicos, siendo principalmente por problemas de ansiedad”. Es decir, sufrir determinadas dolencias físicas provocadas o agravadas por factores mentales. Y un trastorno hipocondríaco es el “miedo irracional a padecer una enfermedad física”, según describe la Real Academia Nacional de Medicina de España.
Ambos trastornos son provocados en mayor medida por un miedo descontrolado, que lleva a una situación grave de estrés y que puede generar problemas de ansiedad. Es decir, el problema no es el miedo como emoción, sino la percepción de esta misma y en lo que puede convertirse si no se gestiona como toca.
¿Por qué existe el miedo? Si es una emoción tan desagradable, ¿qué sentido tiene que sea una emoción intrínseca al ser humano? El miedo sirve para sobrevivir. Es un mecanismo de defensa, ayuda a advertir de posibles peligros o amenazas, provocando una reacción para evitar ese peligro. En ese sentido, el miedo puede considerarse incluso como positivo, pues es como un amigo que vela por nuestra propia seguridad.
El problema surge cuando ese miedo es disfuncional, es decir, que ya no suma, sino resta. El miedo puede frenar, obstaculizar, impedir que se siga avanzando en un camino o proyecto.
En casos prácticos, sentir miedo en el contexto actual supone cumplir las medidas de seguridad, mantener el menor número de relaciones sociales posibles, cuidar de la salud de los mayores, evitar situaciones y conductas de riesgo, llevar la mascarilla en lugares públicos, lavarse las manos con cierta frecuencia, etcétera. Y más allá de eso, continuar con la vida como se hacía antes de que llegara esta situación.
El miedo comienza a ser disfuncional cuando, por ejemplo, nos impide salir de casa para comprar o hacer otro tipo de gestiones, cuando salimos a la calle con una protección excesiva que puede perjudicar nuestra respiración, cuando no establecemos ningún tipo de contacto social, cuando dejamos de tener las aficiones de antes por miedo a una nueva adaptación, etcétera.
En estos casos, el miedo se ha convertido en un enemigo más que un amigo, y dificulta llevar una vida normal.
Como siempre aconsejamos desde Intimind: la clave está en el equilibrio.
“Es cierto que el miedo cuando se desborda, se convierte en algo irracional y da lugar a la angustia y la ansiedad y eso es mucho más peligroso. Pero el miedo es necesario, porque no tener miedo es ser temerario y eso es también muy peligroso”, en palabras de Eva Borreguero, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.
La práctica y el entrenamiento en la atención plena ayudan en el reconocimiento consciente de aquellos pensamientos negativos que pueden provocar miedo o malestar, dejándolos marchar. En otras palabras, ayuda a ser consciente del miedo y evitar alimentarlo. Además, las técnicas de respiración que inducen a una relajación del cuerpo y la mente, ayudan también a calmar las emociones más desagradables, entre ellas, el miedo.
Practicar cinco minutos al día de atención plena puede servir de dieta en un contexto en el que engordar de miedo puede ser muy perjudicial.
También puedes practicar las meditaciones guiadas de la app de Intimind de la sección Equilibrio emocional y Salud y estrés.
Autor: Clara Hernández