Autora: Imma Juan
Twitter: @intimind
Si tu respuesta a estas preguntas ha sido afirmativa, te informamos de que estás contribuyendo así a la generación de tu propio estrés. Hay muchos factores que influyen en el estrés laboral y uno que no solemos tener en cuenta es nuestra propia actitud y comportamiento frente a la realidad que nos rodea.
Seguro que te cuesta muy poco encontrar a tu alrededor, tanto en el ámbito personal como profesional, alguna de esas personas que dedica una parte importante de su tiempo a quejarse. A quejarse de su carga de trabajo, del poco tiempo libre que le queda, del comportamiento de su jefe o de sus colaboradores, de lo que hacen otros departamentos, etc.
Es cierto que en el ámbito laboral, sobre todo en entornos productivos con mucha presión, encontramos muchas razones para la queja. A menudo nos sentimos desbordados y necesitamos expresarlo de alguna manera, necesitamos desahogarnos. Pero en la mayoría de los casos, esas quejas son meros lamentos que no llegan a producir ningún cambio útil en la realidad que nos rodea. Aunque también podemos encontrar alguna experiencia empresarial en que se ha apostado por la canalización de las quejas de manera formal y al menos estas se pueden convertir en proyectos de mejora.
No obstante, en la mayoría de los casos, esas quejas no van a parar a ningún sitio y sin embargo pueden llegar a tener un impacto realmente negativo en nosotros y en las personas que nos rodean.
Te hablo de esas quejas reiteradas que no tienen un resultado fructífero sino que solo ayudan a generar en ti emociones negativas y malestar. Y si te pasas y lo haces de forma continua, tu cuerpo puede interpretar esas quejas como una amenaza. En tal caso, se puede activar la respuesta de estrés, liberando cortisol al torrente sanguíneo, con el consiguiente efecto negativo para tu salud si esta respuesta de estrés es sostenida en el tiempo.
Otra cuestión a la que debemos estar atentos es que a base de repetir este hábito se puede llegar a convertir en un patrón de comportamiento. En todo aquello que practicamos acabamos siendo buenos, por tanto, si lo que practicamos diariamente es la queja llegaremos a ser unos expertos. Desde el punto de vista neurológico se puede explicar de la siguiente manera:
A través de tu cerebro existe una colección de sinapsis separadas por un espacio vacío llamado ‘hendidura sináptica’. Cada vez que tienes un pensamiento, una sinapsis dispara químicos a través de la hendidura hacia otra sinapsis, construyendo así un puente sobre el cual una señal eléctrica pueda cruzar, llevando en su carga la información relevante de lo que estás pensando.
Cada vez que esta carga eléctrica es activada, las sinapsis crecen acercándose entre sí para disminuir la distancia que la carga tenga que cruzar. De alguna manera, el cerebro está “recableando” su propio circuito para facilitar que las sinapsis se conecten, haciendo que el pensamiento sea más fácil de activar.
Dicho de otra manera: cuando repites un comportamiento, el cerebro entiende que te gusta y se encarga de que cada vez te cueste menos esfuerzo hacerlo, hasta que se convierta en algo automático. ¿Te gusta? Pues ala, te lo preparo para que sea inmediato y convierto esa conexión neuronal en algo fijo y permanente. Como dicen los científicos “las neuronas que se disparan juntas, se conectan entre sí”.
Otro motivo para replantearnos si queremos seguir practicando la queja es el efecto que causamos en los demás.
Estarás de acuerdo conmigo en que no resulta del todo agradable estar al lado de una persona que tiende a ver solo la parte negativa de la realidad. Cuando salimos de ese tipo de interacciones, podemos llegar a sentirnos con poca ilusión e incluso decaídos. Nos hemos contagiado de ese estado de ánimo. Y es que las emociones se contagian, lo habrás experimentado muchas veces, tanto en positivo como en negativo.
Además, en el ámbito laboral, este contagio emocional desde la queja se convierte a la vez en fuente de estrés. Si nos contagiamos unos a otros a través de la queja continua, el clima laboral que se crea, además de irrespirable, acabará siendo poco saludable.
Investigaciones del Departamento de Psicología Biológica y Clínica de la Universidad Friedrich Schiller, en Alemania, afirman que la exposición a estímulos emocionales negativos, del tipo de los quejicosos y personas negativas en general, ocasionan las mismas reacciones emocionales que se experimentan cuando se está extremadamente estresado.
Otras investigaciones científicas indican que la negatividad es contagiosa, similar al contagio de un resfriado.
Framingham Heart Study, es un proyecto que desde 1948 ha recogido periódicamente información médica y social de miles de personas en Framingham, Massachusetts. Pues bien, se encontró que sentimientos como la soledad o la negatividad parecen ser tan contagiosos como las enfermedades víricas.
Y también aparece la queja en un estudio sobre “Los 10 comportamientos más molestos en el entorno laboral”, del Dr. Pier Massimo Forni, cofundador y director del Civility Project de la Universidad Johns Hopkins. En este estudio la sexta posición la ocupa el comportarse de forma negativa/agresiva. La razón de estar en esta lista, según el estudio, es que “Es muy difícil trabajar cerca de alguien que está permanentemente enfadado y nos hace saber a todos que odia su labor. Aunque el comportamiento agresivo no esté dirigido frente a nadie en concreto, una persona que se pasa el día golpeando el teclado o maldiciendo crea un ambiente laboral muy incómodo”.
Llegados a este punto: la próxima vez que te descubras quejándote, replantéatelo. Lo primero de todo es darte cuenta de tu actitud: pon conciencia sobre tu queja. Obsérvate. Trata de darte cuenta cuando te quejas inútilmente, ocasionándote un malestar innecesario. Puede que se haya convertido en un hábito y no seas ni siquiera consciente de que lo haces.
Para tomar conciencia y poder elegir otra opción más útil, las prácticas de meditación pueden serte de utilidad, ya que en ellas ponemos la atención sobre nuestros pensamientos y emociones. Vamos conociendo nuestras tendencias y patrones de pensamiento y ese es el primer paso para poder hacer algo diferente.
Cuando nos vamos entrenando en dedicar unos minutos al día a nuestra propia observación, a través de prácticas formales o informales de atención consciente, nos vamos conociendo más. Somos más conscientes de nuestros pensamientos, de nuestras emociones y de nuestros comportamientos. Así, podemos tomar nota de las veces que nos quejamos al día, de las emociones que esos pensamientos nos ocasionan y valorar si realmente están aportando valor a nuestra vida o por el contrario la están dificultando. Es entonces cuando podemos elegir dar otra respuesta.
Y en este punto te propongo 5 alternativas saludables a la queja.
Autora: Imma Juan
Twitter: @intimind