Mindfulness es una técnica sencilla que enfatiza llevar la atención al momento presente y aceptar sin juzgar. Todos somos capaces de hacerlo, de hecho está en nuestra naturaleza la capacidad de hacerlo. ¿Y qué mejor momento para vivir plenamente el presente que todos y cada uno de esos momentos en que estamos con nuestro bebé?
Ser padre o madre es una experiencia increíblemente estresante, la verdad. En época de crianza, la práctica de la atención plena puede ser profundamente beneficiosa, no solo para cuidar del recién nacido sino también para tu propio autocuidado.
Los primeros días de convivencia con un bebé son una especie de luna de miel en muchos casos. Pero también están llenos de agentes estresores tanto para el recién nacido como para sus progenitores o cuidadores. El bebé aterriza en un hábitat completamente nuevo, y además tiene como principal medio de comunicación el llanto. Empieza a gestarse una relación nueva, llena de incertidumbres (qué poco nos gustan las incertidumbres); de miedos (¿lo sabré cuidar? ¿cómo voy a entender sus señales?); y de un amor inmenso, sin límites.
Como me dijo un amigo cuando yo estaba en ese momento de crianza: “Por suerte y por desgracia, con los bebés, todo dura 4 días”. El estado de ánimo de un bebé cambia muchas veces en un solo día y eso es algo que nos puede descolocar.
Estar presente con él, tal y como está en cada momento, es una práctica de mindfulness en la vida cotidiana. Es un buen momento para ser consciente de la impermanencia de todo: esos momentos maravillosos que desearíamos que no pasen nunca y esos otros que nos gustaría que no existieran. Sea cual sea el estado de tu bebé, va a pasar, nada es permanente.
Susan Kaiser Greenland, una de las autoras más conocidas sobre mindfulness en la infancia asegura que «aprender a ser consciente no es como las clases de piano, donde puedes hacer que otra persona se las enseñe a tus hijos. Tienes que aprenderlo tú mismo«.
Durante el primer año de vida, la forma más efectiva de compartir la atención plena con un niño es encarnarla, llevarla a la práctica en tu día a día. Ahora mismo y durante unos cuantos años, lo que le puedes enseñar a tu hijo/a no es lo que le digas, ni lo que le leas, es lo que hagas. Tu práctica es tu enseñanza.
Los niños están hambrientos de nuestra atención y afecto, y pueden sentir perfectamente cuando los padres o los cuidadores se distraen. Lo notan. ¿Cómo puedes estar con tu bebé con atención plena?
En la práctica, es tan simple como sostenerlo en brazos y mantener contacto visual con una actitud amable y cariñosa. Aprovecha esos momentos para no hacer nada más. No los utilices para desplazarte en piloto automático por Facebook.
Cada vez que coges en brazos a tu bebé, es una oportunidad de practicar mindfulness, la plena atención en el contacto con tu bebé, esa comunicación única que estáis creando instante tras instante.
El llanto del bebé es la principal fuente de angustia que podemos tener en estos días. Pon atención en cómo reaccionas ante sus lloros. Si te dejas llevar por los nervios, te darás cuenta de que ese bebé que tienes en brazos es pura empatía. Él o ella se pondrán el doble de nerviosos que tú. Fíjate con qué facilidad puede integrarse con tu zozobra e iniciar una espiral ascendente de malestar. Según Greenland «los padres y los niños realmente se co-regulan mutuamente. Cuando el niño comienza a gritar, si los padres también aumentan su tono de voz, se retroalimentan«.
La soledad del corredor de fondo debe de ser algo muy parecido a esas horas que pasas con tu bebé dándote cuenta de que la situación, aunque no siempre te guste, sólo tú puedes pasarla y afrontarla y resolverla. Entonces nos puede servir un ejercicio de atención muy popular conocido como S.T.O.P.
¿Tienes alguna idea más de cómo practicar mindfulness durante este período de crianza?