La mejor manera de comprobar si el mindful eating funciona es que lo pruebes tú mismo. Para empezar, es suficiente con seguir estos sencillos pasos que te ayudarán en tu propósito de comer de forma consciente. Puedes leerlos, ver el vídeo, o hacer ambas cosas 😉
1. Come despacio
Para escuchar a tu cuerpo y saber cuánto debes comer, no hay nada mejor que la tranquilidad. Come con calma, dedicando unos 20 minutos a un menú de tamaño estándar.
2. Dedica 5 minutos a reflexionar sobre tu comida
Piensa en todo el proceso previo a que los alimentos hayan llegado a tu plato. El cultivo, recolección y transporte. La preparación, cocción y presentación. Esto te ayudará a centrar tu mente en el hecho de comer.
3. Mastica bien
Toma bocados pequeños y mastícalos unas 25 o 30 veces. Muchas veces caemos en la trampa de ‘engullir’ nuestra comida, pero es necesario masticarla y saborearla correctamente.
4. Usa tu mano no dominante
Al principio puede ser difícil comer con la calma necesaria. Para asegurarte de que no aumentas la velocidad sin darte cuenta, puedes comer con tu mano no dominante o con palillos chinos. Al no tener práctica, se reducirá tu ritmo de ingesta.
5. Evita distracciones
Olvida el móvil y la televisión. Consiguen que comamos de forma mecánica y no nos demos cuenta de si ya hemos comido suficiente. Nuestro objetivo no es vaciar el plato, sino saciarnos, por lo que tenemos que centrarnos en nuestro cuerpo, no en elementos externos.
6. Protégete de la tentación
Pese a que el objetivo es aprender a comer por necesidad y de forma consciente, las tentaciones existen y, sobre todo al principio, son difíciles de evitar. Muchas veces comemos por el hecho de tener la comida a nuestro alcance. Como truco: esconde todo aquello que sepas que no necesitas y deja a tu alcance opciones saludables. Si realmente te apetece un dulce o un snack salado, lo buscarás (y no pasa nada), pero te asegurarás de no comerlo solo porque lo tienes al alcance de la mano.
7. Pregúntale a tu cuerpo
Cada vez que te dirijas a la nevera o la despensa, interrógate a ti mismo. «¿Estoy realmente hambriento?». El aburrimiento, el estrés o, sencillamente, ver que otro está comiendo son razones que nos hacen viajar al frigorífico en busca de algo que nos sacie. Cuando esto ocurra, párate a pensar si realmente necesitas comida o ha sido un impulso motivado por otra causa. Verás como más de una vez tu estómago te contesta que no necesita comida. Y si la necesita, claro está, adelante.